lunes, 23 de enero de 2017

Mensaje en una botella





No era el mar pero se le parecía. 
El sudor que desprendían los cuerpos 
impregnaba el aire de humedad y sal. 
Llegaban en oleadas, puntuales,
como una marea inquieta y oscura que anegaba las vías 
hasta que el tren lleno devolvía una estación en calma, 
con orillas plagadas de envoltorios, 
deseos agotados,
papeles arrugados y alguna colilla. 
Entre los restos apareció un día una botella solitaria, 
transparente y vacía. 
Aguantó el empuje hasta perecer hecha añicos 
entre los pies que corrían. 
“Estoy aquí”, gritó.
Eran sus pedazos al romperse. 



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